Recorría un espacio perdido entre entre el sueño y la vigilia. Conducía sin prisas a través de una espesa niebla, a altas horas. Música alumbrando el camino, tu imagen en medio de la calzada que no podía evitar, que chocaba contra el cristal, atravesaba mi espacio y se perdía a mi espalda. Tu imagen dejaba una marca, una herida por la que brotaba un sentimiento. Tenia los asientos llenos de sentimientos que casi me impedían conducir, que me confundían en cada curva, que me arrastraban hacia el precipicio.
Aferraba el volante con rabia, conocía la carretera hasta poder conducir con los ojos cerrados. No había miedo, solo angustia, angustia cada vez que veia tu imagen.
¿Acaso te hacía daño?. Podía sentir tu tristeza al atravesar mi cuerpo, dejando un halo helado que me hacia sobrecogerme, pero no podía esquivarte. De donde venias no tenia importancia, a donde ibas estaba claro. Huía, huía para entregarme al sueño, para despertarme de la pesadilla. Subí el volumen de la música para ahogar mis gemidos. Los cristales se empañaban a causa de mi respiración entrecortada, de mis gritos, impidiendo que viera con claridad el camino a recorrer, pero no importaba, conocía de sobras el camino, lo podía hacer con los ojos cerrados, lo había hecho tantas veces…
Embriagada de nostalgia empecé a dudar si iba o si venia, ignoraba si avanzaba o retrocedía. El retrovisor no mostraba mi imagen, los pedales dejaban de obedecer mis ordenes, no sabía si frenaba o aceleraba, empecé a dudar que estuviera en la carretera, que aquello fuera niebla, ni tan siquiera estaba segura que fuese de noche, que hubiese un antes o un después, que sonara la música o escuchase el silencio. Empecé a desvanecerme, a desaparecer físicamente, de repente nada tenia sentido, dejé de ser algo, pero… Entonces ¿que significaba todo?
Nada.
Solo un juego de palabras que atraviesan tus pupilas y forman una imagen. No creas que estás leyendo, porque en realidad no estoy escribiendo. No pienses que digo algo porque nada hay que decir.
O tal vez si. Tal vez necesito que leas para que entiendas. Para que pueda escribir lo que yo no se leer. Para leer lo que no he escrito.
La tinta, el latir de sus impulsos; el papel, agua pasada; las frases, entrecortadas… y ojos que miran, y formas que se dispersan en esa mirada, y un incontrolable impulso que golpea tu imagen... me he lanzado de nuevo al vacío, y allí, he visto tres lunas, y cada una tenia un sol apagado detrás, y no he entendido nada, pero me ha parecido bien, así que he cogido y me he arrastrado bajo los arboles para ocultarme de tu imagen, y mi sombra se ha proyectado en un cielo negro y la he perdido, y he tanteado en soledad las letras de un imaginario poema, y he creado un mundo, y allí me he encerrado hasta que ha amanecido...me ha dolido el alma y he desaparecido.
Ahora, tu imagen me mira, pero no puede verme. Tal vez la poesia ha creado la metáfora perfecta para encontrarnos en el camino, querido amigo de viajes imposibles, o puede que sea la verdad de ese entendimiento mudo lo que nos lleve a navegar por los mares más remotos, o a escalar las cimas más altas, donde la razón y la locura se dan la mano y caminan juntas por universos paralelos. Una vez más el destino habla por nosotros en su lenguaje silencioso en perfecta armonía con nuestras viejas baladas que dejamos escapar nuevamente al anochecer.
A ti imposible te dedico este escrito...